miércoles, 7 de diciembre de 2011

Aprendido de don Otto

Hoy me acorde de esto…las cosas más importantes en la vida no se aprenden en el aula…
Hace no tanto tiempo estaba en un restaurante cenando sola. No me gusta comer sola así que me puse a platicar con don Otto, el mesero. El restaurante estaba vacío. A don Otto le encanta platicar y es muy amable así que debía que aprovechar. Me contó del tiempo en que llevaba trabajando allí. Me hablo de su familia. Me narro sobre historias de sus antepasados mayas e historias con sus clientes. Se sentó en mi mesa.
Lo que más me intereso fueron las historias con sus clientes. Me sentí identificada. Me di cuenta que todos somos meseros y que todos nos topamos con clientes generosos, con clientes insoportables y con clientes estándar.
Yo le preguntaba, qué hace con esos clientes difíciles; que se quejan por todo, siempre piden cosas de más, nunca sé es demasiado rápido para complacerlos y para colmo cómo cuesta que paguen? Ahhh… y sobretodo siempre olvidan dar un Gracias. Don Otto sonrió levemente, cómo quien recuerda algo que es entre chistoso y triste a la vez.
Me contó de la señorita que piensa que porque va a pagar la cuenta tiene derecho a tratar mal a las personas. Que cuando llega a preguntarle su orden se tarda 30 minutos en decidir. Cuando lee los precios todo le parece demasiado caro y además trata de culpar a don Otto porque los precios están caros. Don Otto piensa dentro de sí, que esos son los precios, que él no los pone. Además son cuestiones del mercado, oferta-demanda, a eso se deben los precios. Después de hacerlo esperar 30 minutos decide que va a pedir, somatando el menú sobre la mesa.
Ella dice que ya tiene hambre que le urge que le traigan la comida, sino se muere de hambre y le provocara a su pobre estomago una úlcera. Quiere su pedido en 10 minutos. Le dice a don Otto;
“Mire y si se tarda en traerme la comida no le pago su propina.”
Don Otto responde:
“Si señorita se lo traeremos lo antes posible.”
Ella responde:
“Lo antes posible no es suficiente. Usted será culpable de mi úlcera. Le pasaré la cuenta del doctor.”
Don Otto dice que él ante estas personas respira profundo, cuenta hasta diez y va a la cocina con los cocineros a poner el pedido. Les pide que se apuren porque es una señorita difícil. Trabajan lo más rápido posible en la cocina. No quieren que don Otto quede mal. Al terminar se limpian el sudor de la frente y se lo entregan a don Otto.
“Aquí esta señorita, se lo hemos despachado en menos de 10 minutos.“
“Esta horrible, asqueroso, esto es un chapuz.”
La señorita escupe la comida y le dice que no va a pagar por el plato, que lo pague él de su bolsillo. Y que le traiga otro.
Yo me le quedo viendo a don Otto y le digo:
“Pero don Otto por qué no le tiro el plato en la cara?“
El me respondió algo que he aplicado el día de hoy. Él le contesto a la señorita con amabilidad y tranquilidad que se iba a llevar el plato. Que no le iba a cobrar nada que él lo pagaría, pero que si todavía tenía hambre le recomendaba al restaurante de la vecindad. Le llevo la cuenta de las bebidas que ella pago de mal modo y la vio irse.
Don Otto dice que esas personas llegan, más frecuentes de lo que uno quisiera. Y es verdad. Nos llegan a todos. Pero hoy gracias a don Otto sentí lo mismo que él siente cuando ve a un cliente así irse del restaurante. Una felicidad inmensa de saber que ya no los tendrá que atender más.

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